Las farolas iluminan el pasaje que corre paralelo a las vías del tren -hoy día soterradas- entre El Rollo y La Colonia, paso peatonal hacia el mercado público del jueves de Barriomar (c/ Orilla de la Vía, Murcia), ubicado en el parking situado bajo el puente de la autovía Murcia-Cartagena.
La noche sigue cerrada
mientras furgonetas y camiones entran al recinto. Los ruidos de metales y
plásticos, motores, cajas y carretillas en movimiento quiebran el silencio del
amanecer: hay que montar rápido para permitir que los feriantes puedan acceder
a sus sitios. Así los primeros van al fondo, dejando los vehículos en el
lateral del parking, y los demás van entrando según orden de ocupación,
descargando el material y retirando las furgonetas para que a su vez puedan
entrar los compañeros.
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... De madrugada |
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... Preparando el puesto |
José, el cantinero de Churros
Yelo, sirve café, chocolate con churros y algún espirituoso que otro desde las
seis de la mañana. Hoy es dueño del puesto ambulante, una roulotte
cafetería-churrería que montara su suegro en 1952, su primer jefe hace 32 años.
El hostelero no ve el futuro muy optimista. Como dice con cierta melancolía,
los hijos toman otros caminos menos sacrificados que este. Él, por lo que le
toca, espera terminar su vida laboral en el quiosco rodante del que es
responsable desde hace 20 años, sirviendo cafés y esos churros ricos-ricos que
tan bien sientan a esas horas.
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José cocina churros... |
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José posa a medio día en su cafetería ambulante |
Al fondo, al inicio del
aparcamiento, Pedro Ramón descarga las frutas y verduras del camión que conduce
desde Granja Rocamora (Callosa de Segura, Alicante) acompañado de su tía, la
infatigable Julia Pérez, que a punto está de cumplir los 87 años. Llevan 15
años juntos. Y los que les quedan. Al lado de tía y sobrino, David monta el
puesto de frutos secos y chuches, Frutos Secos PeriCas, fundado por el padre de
David, que hoy rige junto a su mujer Nuria. Las bolsas de frutos secos se
colocan cuidadosamente junto a caramelos y golosinas, de todos los tamaños y
colores, puestos en orden para permitir a los clientes autoabastecerse dentro
de la variedad de artículos que vende la pareja.
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Pedro Ramón y Julia montan su puesto en la madrugada del jueves |
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David montando su puesto... |
Paco Cánovas, de Frutas San Ginés, lleva toda la vida en esto. Viene desde San Ginés (Murcia), de donde parte a las cinco de la mañana con su cargamento de frutas y verduras, seleccionadas y colocadas para que los clientes lo tengan todo a mano. Y su cordialidad, la mejor de las bazas como comercial. Colocando su puesto, Juan, un veterano que lleva 30 años en el mercado, es ayudado por los jóvenes Jonathan y José que esperan poder seguir en el negocio, aunque la competencia algunas veces sea desleal. También Abdul y Mohamed terminan de instalar los productos antes del amanecer. Llevan unos ocho años en el mercado y trabajan cuatro en el municipio de Murcia. Ven la cosa regular, aunque siguen en ello esperando tiempos mejores.
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Juan, Jonathan y José |
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Abdul y Mohamed |
Los hermanos Parra, Juan y Antonio, vienen desde La Raya (Murcia). Son agricultores y vendedores, así que tienen lo mejor de su huerto para vender a clientes y amigos. Llevan 16 años en el tajo desde que heredaron el puesto de su madre. Juan, el mayor, lleva más de 50 años en el mercado, y de los cinco mercados semanales que trabajan cree que este es el más flojo, aunque supone que es debido a las obras -las eternas obras- del AVE. En otro de los puestos, Antonio sonríe para la foto. A su lado, Mª Ángeles, su hermana, se muestra incómoda ante el fotógrafo pero al final acepta posar junto a una clienta, de las tempraneras, que escoge producto entre las frutas y verduras del puesto. Son casi las 7:30 de la mañana y la luz comienza a hacerse notar debajo del puente. La hermana de Antonio solicita al ayuntamiento algo de iluminación para colocar los puestos pues a esas horas es bastante complicado montar debajo del puente, con apenas los focos de los vehículos para iluminar la tarea.
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Juan y Antonio Parra |
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Antonio y Mariángeles |
Al otro extremo del mercado,
Estefanía pela y corta las patatas que colocará en las espadas de los
quemadores de los pollos asados que servirá al final de la mañana. Lleva unos
15 años en el negocio familiar, Pollos Hnos. Martínez, negocio que comparte con
sus hermanos. La empresa tiene cinco furgonetas-asadero con las que se reparten
los mercados municipales, aunque ahora solo llevan tres en funcionamiento.
Siempre sonriente, no ve el futuro muy halagüeño pues la cosa va muy
floja. También se queja de los accesos del mercado, ahora complicada con el
cierre de la entrada por Barriomar debido a las obras, aunque parece ser, según
le han dicho, que a finales de verano volverá a abrirse.
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Estefanía posa en su asadero de pollos |
P.R. viene desde la Vega Baja.
Este es el único mercado que trabaja en el municipio de Murcia. El joven
alicantino coloca la bisutería delicadamente sobre los tapetes. Todo aquello
que puedas imaginar lo encontrarás encima de sus tableros: anillos, pendientes,
pulseras, bolsos... Básicamente producto femenino pues, según él, las mujeres
no discuten tanto los precios como los hombres. Y, además, siempre necesitan
más: "A ver, ¿cuántos pantalones necesitas tú de temporada? Pues
eso". Busca producto nuevo en ferias a las que acude con otros
comerciantes del ramo, y aunque su producto no sea perecedero sí que es de
temporada: "las tendencias varían, amigo".
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P.R. coloca su bisutería en los tapetes |
Choukri también viene de la
provincia vecina, concretamente desde Crevillente. Su puesto es de ropa íntima.
Lleva 20 años en el mundo del mercado ambulante y de ellos diez en los
mercados del municipio de Murcia, de los que hace cinco semanales. No lleva
bien la competencia con los almacenes chinos: "Vas a por un tornillo y
terminas llevándote unos calzoncillos". Tampoco ve relevo generacional en
los clientes pues ve, con cierto temor, que la juventud no se acerca al mercado
y eso no será bueno para los años venideros. Aun con cierto pesimismo, Choukri
mantiene la sonrisa, siempre atento al cliente, esperando que la mañana sea
rentable y haya merecido la pena el madrugón. José Sánchez posa para el
fotógrafo al frente del puesto de zapatería que regenta desde hace 15 años.
Trabaja los mercados de los municipios de Murcia, Torre Pacheco y Orihuela.
Cree que son malos tiempos para la venta ambulante; que no están bien
distribuidos tanto los puestos como el precio de las tasas municipales y que
habría que ajustarlas a las necesidades de cada puesto.
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Choukri |
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José Sánchez en su puesto de zapatos |
La figura de Fátima llama la
atención al periodista. Pequeñica y menuda monta el quiosco entre barras y
plásticos con una fuerza inesperada; se mueve ágil entre los hierros mientras
vacía la furgoneta y coloca el género en los recién puestos paneles. Uno no
puede imaginar tanta vitalidad en ese cuerpecico. 30 años de oficio
avalan su profesionalidad en los cinco mercados que realiza todas las semanas
en el municipio de Murcia. El producto que vende también es ropa íntima de
hombre y mujer, dígase calcetines, calzoncillos, braguitas y sujetadores o camisetas
que despacha secamente, pues no es de muchas palabras. A su vera, el joven
Abderrahim sigue desembalando los fardos de ropa de la furgoneta,
cuidadosamente empaquetada, de los que irá extrayendo vestuario de hombre y
mujer para colocarlo, separado por sexos, en las perchas que sujetará en los
hierros que configuran la pérgola, una pequeña jayma improvisada que permitirá
a la clienta probarse de manera discreta, apartada de miradas incómodas. Heredó
el negocio de su padre, que empezó en el mercado hace 20 años. Él continúa el
negocio familiar desde hace tres o cuatro años. Trabaja seis mercados
semanales, no todos en el municipio de Murcia, y continúa la labor aun a
sabiendas de que la venta flojea desde hace meses. No obstante sabe y confía en
la llegada de la primavera y el calor, el inicio de la temporada de verano, que
devolverá la alegría a los puestos ambulantes. |
Fátima descarga su furgoneta... |
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Abderrahim prepara la jayma... |
Las mujeres musulmanas
recorren los puestos buscando productos típicos para su cocina. Van en pareja o
en grupos de tres, algunas con bebés que llevan en los carricoches que utilizan
como carro de la compra, acercándose a los puestos regidos por sus compatriotas
a los que hablan en su idioma y tratan como de toda la vida. Los puestos de magrebíes
han crecido en estos últimos años. Ya no se dedican exclusivamente a la ropa, como
era habitual en este colectivo, sino que también se han abonado a la fruta y
verdura fresca como los paisanos que regentan las tiendas del barrio,
carnicerías y tiendas de alimentación, instaladas desde hace años con los
productos tradicionales del Magreb.
Sebastián viene de
Alcantarilla con lo que le cabe en el coche, apenas cuatro cajas de pava
(coliflor) y brócoli que ha recogido en Merca Murcia del estrío de los
mayoristas. Está de pie, frente a las cajas, cerveza a la mano y sonrisa continua.
Desde hace tres meses se arrima a este mercado, aunque lleva como tres o cuatro
años en el tajo, no siempre de manera regular pero ahí lleva su currele,
como bien explica. Canta su mercancía a los viandantes y espera que la mañana
le dé para seguir mañana. Detrás de él, otro comerciante cuenta al periodista
su afición a la fotografía y le niega un retrato porque no le gusta salir en
las fotos; que empezó en esto hace unos 40 años y que ahí sigue, con sus seis
mercados semanales; que el lunes, en su día libre, aprovecha para ir a comprar
a Balsapintada o Mazarrón. Cuenta que cada mercado tiene lo suyo; no es que este
sea mejor o peor que otros, sino que cada día es un misterio, que nunca sabes
cómo saldrá la jornada.
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Sebastián |
También hay un puesto de telas
-con las cremalleras de colores más largas que ha visto este redactor-, bobinas
de hilo y hules de cocina. Pero no hay foto, ni nombres ni historias que
contar, solo referenciar a las mujeres que se reúnen entorno al hombre que les
sirve los metros pedidos. En el otro extremo, Paco García esboza media sonrisa
desde su camión-droguería, un pequeño espacio que comparte con su hijo, la
tercera generación trabajando en la empresa familiar desde que hace 30 años la
fundara el abuelo. El bazar tiene todo aquello que cualquier persona exigente
pueda necesitar para el hogar, ya sea para limpieza o higiene personal. Cree
que los supermercados cumplen con su cometido para las grandes compras y que no
les quitan trabajo pues sus precios están dentro de la normalidad.
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Paco García e hijo en su droguería ambulante |
La mañana se despereza bajo el
puente; la claridad se impone a la negrura del amanecer. Los clientes comienzan
a llegar al mercado y a pasearse entre los puestos, que lucen colores y formas
que atrapan la vista del visitante. Y los olores, que llenan el aire con
esencias de lavanda, menta o hierbabuena fresca. Las notas de Paquito el
Chocolatero atruenan bajo el puente interpretadas al teclado eléctrico por un
joven pianista. Su pareja, una mujer apenas pasada la adolescencia, pasea el
platillo entre los viandantes esperando recibir alguna moneda "para la
música". El gentío comienza a llenar el parking.
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Mediodía en el Mercado |
Sonia Martínez regenta un
puesto de zapatería. Lleva en el mercado desde los 14 años y 22 desde que
es gerente del negocio. Explica la situación de los feriantes, esto es, la
relación que mantienen con la Concejalía Delegada de Turismo, Comercio y
Consumo, a través del Servicio de Comercio, Consumo, Mercados y Plazas de
Abasto, y las licencias. Al parecer las concesiones llevan seis años paradas;
que tras la pandemia los nuevos permisos se estancaron, pero espera que la
situación vuelva pronto a la normalidad. Otra de las herramientas de los
feriantes, según cuenta, es la Asociación de Vendedores de Cartagena y Murcia,
asociación creada para representar a los feriantes de mercados ambulantes.
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Sonia Martínez |
Sonriente siempre tras el
mostrador de su roulotte-mercería, Ginesa López (Mercería Alarcón) lleva 23
años al frente del negocio pues su marido se dedica a la comercialización de
productos de peluquería. Hace tres mercados en el municipio de Murcia y dos
fuera, y espera seguir muchos años más. Cualquier artículo, del género que sea,
que necesite la modista o el sastre más exigente, seguro que está aquí. El
puesto más dulce del mercado se llama Los Villagordos. Lo conduce Charo
Cayuelas desde El Raal, una roulotte-horno en el que despacha todo tipo de
dulces y salados que trae desde el obrador de Espinardo. Lleva 15 años en el
tajo y tres con Karen, su ayuda en el despacho de los productos frescos a la
clientela que abarrota la barra de la roulotte.
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Ginesa López posa en su mercería... |
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Charo y Karen en su puesto de dulces Los Villagordos |
Cristina, clienta fiel del
mercado, se entretiene buscando naranjas en su puesto habitual -"Nene,
tiene unas patatas buenísimas"- mientras conversa con la vecina... Calibra
el fruto y huele la piel mientras continúa metiendo naranjas a la bolsa:
"Es un mercado muy cercano para las que vivimos aquí, y los productos
están muy bien de precio... Fíjate, qué naranjas tan mollúas".
Pepita y Consuelo son habituales del mercado. Salen de la compra con sus carros
lleneticos de productos frescos para la casa. Son del barrio, fieles al
mercado y a sus proveedores habituales. Normalmente compran fruta y verdura,
aunque de vez en cuando pecan comprando alguna cosica más, igual algo de
ropa o alguna alhaja, que de todo hay en el mercado.
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Cristina escoge entre las naranjas del puesto... |
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Pepita y Consuelo salen del mercado con los carros llenos... |
Las vecinas posan ante el
fotógrafo en el paseo de entrada al mercado mostrando la mejor de sus sonrisas,
ese pasaje que volverá a ser testigo del paso de propios y foráneos camino del
mercado, una vez más, a por producto fresco bueno, bonito y barato. Hasta el
jueves que viene.
Texto: José
L. Ramos Romero
Fotos: jch