jueves, 1 de marzo de 2012

"Desafíos del periodismo contemporáneo: una mochila vieja y polvo en los zapatos para conocer el mundo árabe"

Conferencia de Javier Martín Rodriguez dentro del seminario organizado por Arabele y el Aula de Debate, en colaboración con la Facultad de Letras, el vicerrectorado de Investigación y la Red Columnaria.
Dirección y coordinación: Victoria Aguilar (Estudios Árabes) y Carmen González (Historia Contemporánea).
27 de febrero de 2012. Aula 1.01 de la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Murcia, 10:30 h.

 Lo primero que llama la atención del conferenciante es su aspecto externo; es un árabe en estado de guerra… : su calvicie lisa, su perilla de muyahidín, la guerrera verde que lleva puesta, la mirada astuta y penetrante con la que explora la audiencia de jóvenes ansiosos de historias del Lejano Oriente en la voz de este hombre que, enfrente de nosotros, viene a contarnos noticias de primera mano, vividas en primera persona de la que seguramente, sea la zona más peligrosa del mundo en estos momentos.


Javier Martín Rodríguez (Salamanca, 1972), jefe del Área Internacional de la agencia EFE, especializado en chiismo,  licenciado en Filología Árabe por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hebrea por la Universidad de Salamanca.  Periodista, hijo y nieto de periodistas, se sitúa en la mesa del aula de primero de Periodismo para contar a los futuros profesionales qué es lo que entiende él como periodismo, a la que se refiere como la profesión más vieja del mundo, junto a la otra -risas del público- y quiere defender la profesión, aunque últimamente se esté creando una sensación negativa en torno a ella, pero que el periodismo es algo innato al ser humano, una necesidad de nuestra sociedad.
Tomás Alcoverro es su referente en el mundo árabe: “En los días más negros en la guerra civil, en el Líbano, el momento más peligroso era el que llevaba a transmitir la noticia a su periódico. Debía cruzar todos los días las líneas enemigas  y llegar a la oficina de prensa del Ministerio o a la sala de France- Presse para  llegar a los dos únicos telefax que había operativos en el país. Allí siempre, antes de transmitir, le esperaba una larga cola de corresponsales antes de poder regresar a casa, otra vez en medio de las balas, la oscuridad y el silbido de los bombardeos”.
Otro de sus maestros es el polaco Richard Kapuscinski, que continuamente será nombrado por Martín durante toda la conferencia, y en este momento recuerda a los compañeros que hubo un tiempo en que no existía Internet, y relata su primera venida a Iraq, cuando entró de manera ilegal por la frontera de Kuwait, con una mochila en la que llevaba un satélite “que parecía el  zapato de Anacleto, en una caja que pesaba más de cinco kilos que había que abrir, colocar con una brújula en dirección al sureste con una inclinación de cuarenta y cinco grados, en medio de la oscuridad, en medio de las balas, para conseguir que aquello agarrase señal; después conectar el ordenador, marcar el número de España, esperar a que aquello se pusiera a transmitir y en ese momento la noticia estaba enviada y tú trabajo estaba conseguido”. Hoy en día, la tecnología ha cambiado la forma de transmitir y gracias  a los nuevos aparatos, el teléfono-satélite, un aparato “que cuesta muchísimo dinero”, permite al operador estar conectado a Internet, “tuitear”, enviar la información casi al momento. Te hace el trabajo mucho más fácil y jugarte la vida un poco menos, aunque haya que salir al exterior para transmitir.
“Las nuevas tecnologías han cambiado el trabajo de los periodistas, han facilitado la parte más importante que es la transmisión, porque si llegamos y no podemos emitir la información es como si no hubiéramos ido” afirma el reportero, pero primero hay que llegar a la noticia, el gran problema: cómo cruzar una frontera, en quien confiar, qué coche coger, dónde llevar el dinero “porqué evidentemente si entras en Bagdad no esperes encontrar un cajero automático, ni tampoco sabes cuándo vas a salir, por lo que los periodistas vamos forrados de dinero, literalmente, tu cuerpo y lo que no es tu cuerpo, porque tienes que sobrevivir durante no sabes cuánto  tiempo y hacer muchas “pagamentas” en un lugar en conflicto, por lo que eres un objetivo fácil, así que  tienes que confiar en extraños: contrabandistas, traficantes de armas que lo mismo te ayudan que te entregan a las autoridades.  Es complicado llegar, pero si llegas y no puedes contarlo, todo el esfuerzo no ha servido para nada”.
Denuncia el mal uso que se hace de las Nuevas Tecnologías; que debido a ello, se ha terminado con el trabajo de los grandes profesionales (Kapuscinski,  Alcoverro,  Javier Espinosa o Manu Leguineche). El mejor periodista, dice, es aquel que profundiza en el conflicto, no el que es testigo de una desgracia en un momento y vuela a otra, sino aquél que coloca el antes y el después de lo que está sucediendo, el que es capaz de despertar sentimientos, aquél que conmueve, no solo es informar. Gracias al conocimiento profundo podemos comunicar de tal manera que se consiga despertar los sentimientos; aparte de informar hay que conseguir que la gente se involucre en lo que estás informando: hay que llevar polvo en los zapatos.
Esta es una profesión muy sacrificada porque exige una dedicación total, sigue diciendo Martín, una profesión que exige veinticuatro horas, y citando a Kapuscinski  “este es un trabajo que ocupa toda nuestra vida”. El periodista es periodista desde que se levanta hasta que se acuesta, hasta durmiendo: nunca se puede bajar la guardia. Y Internet exige al periodista rapidez e inmediatez. Ahora la noticia se hace vieja rápidamente, por lo que tiene que estar bien investigada, bien fundamentada: así aguantará más tiempo que si se corta y pega. El elemento fundamental es el estudio y la documentación constante. Hay que saber manejar las fuentes, saber con quién se está hablando: conocer al enemigo, “ponerse en los zapatos de los demás” sin ideas preconcebidas. Y hablar con la gente: “es el polvo de los zapatos”. Sin la calle no existe el periodismo; se hace con la gente, sacando información de las personas que habitan en la zona, las personas son las que sufren la noticia, y el periodista que está en el terreno es el primero que la cuenta. Hay que tener contactos en los sitios, y te tienen que conocer, que cada vez que llames te cojan el teléfono y te atiendan. Así, Martín entiende que la agencia de noticias es clave en la profesión.
“En el periodismo el que importa es el otro, no importamos nosotros”, afirma rotundo,” aquel que cuenta historias y pasa delante de ti dos minutos, y en ese tiempo tienes que sacar la información de esa persona para poder enterarte de la realidad: invitar a un cigarro, hablar de fútbol… llevarle a tu terreno para que hable en profundidad, para que te cuente su historia”, y se va a Libia, a Bani Walid, en el momento en que  la  guerrilla está a punto de entrar en la ciudad, el último bastión del dictador, y esa conversación con el Real Madrid (él no es madridista) como tema entre un guerrillero y el corresponsal que hace sonreír a la audiencia, de cómo después de los primeros minutos, el árabe le deja jugar con su arma, tenerla en sus manos, disparar a los botes con ella, y entonces todos nos quedamos boquiabiertos escuchando… “Estar en el cerco a una ciudad es una cosa bastante compleja” comenta sin vanidad, “era complicado seguir manteniendo la tensión, tanto informativa, como para ellos la tensión bélica”. Aquella relación le permitió contar la realidad, transmitir lo que los libios querían de verdad, y no supo más de él; no sabe si está vivo, si volvió a su casa con su mujer, pero que se puso en sus zapatos, que cogió el polvo para enterarse de la realidad de la calle.
Pero no todo es tan fácil. Las personas ante los periodistas extranjeros suelen adoptar dos actitudes: primero hay que romper esa vergüenza que tienen ante el forastero, la desconfianza, sobre todo hacia la cámara, pero puede suceder al contrario, que le encante la cámara y no pare de hablar, lo que te puede llevar a que te cuente de todo, tanto importante o no, informaciones dirigidas a intoxicarte, a desinformarte, por lo que tienes que estar atento para saber discernir la propaganda  de la realidad. El periodista de agencias no tiene línea editorial; el entrevistado es tendencioso y te puede guiar hacia su terreno. “No sé si los periodistas tienen que ser buenas personas, pero tenemos que desaparecer como protagonistas, pasar a un segundo plano: existimos como periodistas porque existen los demás. No se pude llegar a un sitio y quedarse en el hotel todo cabreado porque no te dejan salir y gritar slogan de libertad de expresión y cosas por el estilo: hay que salir a la calle, incluso vestido de burka y con zapatos de tacón para poder llegar a la información”, y regresa  a Irán en 2009, cuando se prohibió a la prensa salir a la calle, pero lo que estaba pasando era lo suficientemente grande que lo que le podía pasar al periodista era insignificante, que sabía de periodistas torturados, o visto por  sus ojos, motoristas golpeando con cadenas al pueblo, filas de gente detenida tumbadas en el suelo con las manos agarradas con bridas con coches pasando por encima: “Estamos aquí para contar las miserias de los demás, no lo que me pasa a mí …" 
No se oye una mosca en el aula: solo la voz del corresponsal nos retrae a aquellas imágenes que vimos hace tiempo en los noticiarios de la televisión, y volvemos a sentir el hierro en nuestras carnes, el peso de las ruedas en nuestras espaldas. “Hay que cambiar el mundo contando lo que está ocurriendo en el terreno, ¿de acuerdo?, contando la verdad. Y ¿Cuál es la verdad? Hemos entrado en una dinámica en la que hemos perdido la verdad. Creemos que la verdad es lo que te dice una parte, y lo que te dice otra”.
No para de moverse; se levanta de la mesa y pasea de un lado a otro de la tarima, con sus notas en la mano, gesticulando, con el mentón alto y sin perdernos de vista.
“No, falso: una de las dos no puede ser verdad. Estamos diciendo que las dos informaciones son verdad. ¿Hacia dónde tenemos que ir? ¿Cuál es la solución para salir de este laberinto? La solución es bien sencilla: informar de forma factual, los hechos, los hechos (repite subrayando), no las opiniones. El periodismo tiene que ser factual ( fact is a fact que dicen los ingleses)  y a través de los hechos conoceremos la verdad, pero no a través de las opiniones, porque con ellas siempre habrá algo tendencioso. Por eso, como periodistas, lo primero que tenéis que buscar son los hechos, y después montáis vuestra información, pero el origen de la información  deben ser los hechos, y luego, la versión de las personas. Estas dos cosas no deben ser contrarias: hay que combinar las dos para saber que lo que nos cuentan es verdad; partimos de unos hechos y gracias  a ellos, sabemos que los que nos cuentan las personas es verdad.”.
“Sabéis que los periodistas somos testigos incómodos; que tiene mucho glamour la profesión: sales por la tele, te saluda la gente, pero saber que somos persona non grata; que cuando hay un conflicto, lo primero que se hace es impedir la entrada de periodistas a la zona, y la gente no quiere que nadie cuente lo que ocurre“.
El público no respira… Javier Martín vuelve a sentarse en la mesa, con las piernas cruzadas, ojeando las notas manuscritas que ha traído para guiar su conferencia. Calla. Un pequeño gruñido , un “bueno” y sigue con su intervención. Toca el turno de las nuevas tecnologías. 
”Internet ha cambiado la forma de informar, pero no el contenido; la forma sí, pero debemos saber intercalar el periodismo tradicional con las herramientas con las que contamos a nuestra disposición: el gran drama del periodismo actual es que nos ha hecho perder un poco la orientación de qué es lo que tenemos que hacer. Tenemos que hacer el periodismo de toda la vida, con nuestras fuentes contrastadas y usar las nuevas tecnologías para transmitir, que para eso sirven, para transmitir la información ¿de acuerdo?, que no son en sí una fuente de información, ni el corazón del nuevo periodismo: existe una nueva forma de transmitir la información, pero la información sigue siendo la misma.
En realidad la respuesta sería que somos testigos de un cambio de modelo” y se marcha al Imperio Romano, a los escritos de Flavio Josefo, historiador al que considera el primer periodista de la historia, “la información tiene dos caras: una se centra en la búsqueda de la verdad, allá donde estuviera, y dos, es un instrumento de mucha política, instrumento en manos de gobiernos, grupos políticos y lobbys que persiguen influir en la opinión para promover y fomentar sus intereses. Ambos modelos existen aún hoy: un periodismo factual que informa, y un periodismo promovido por gobiernos de grandes compañías para dar una imagen a la opinión pública que sea la que les favorece a ellos. Esta tendencia ha empezado a decrecer gracias al periodismo independiente. Antes era muy difícil sacar una página de periódico; ahora transmitir en Internet, ya sea un blog, página web o mediante las redes sociales es muy fácil: lo difícil es que ese blog sea influyente o no. Así, el periodismo independiente a ganado nuevas vías de combate, pero no todo lo que hay en Internet es confiable: es un gran cajón de sastre en el que la información fluye de una forma muy compleja”. 
El periodismo cambió cuando los inversores comprendieron que era un negocio: son muy pocos los periodistas que se hacen ricos, y mucho menos yendo a la guerra. Antes un joven periodista podía llamar al despacho del director para que le aconsejará como hacer una noticia. Ahora, el director al que le vas a preguntar, será un periodista que no ha pisado la calle; será un gestor. Un periodista aprende de un periodista más experto, pero ahora, los gestores se han hecho cargo de la dirección y lo que cuenta es el balance de resultados.
Fue en  la segunda mitad del SXX, en la 1ª Guerra del Golfo cuando los grandes hombres de negocios se pusieron al frente de la prensa. Postergados por el espectáculo, se convierten en una maquinaria de hacer dinero día a día. La calidad es importante, pero más importante es alimentar la máquina de las noticias: si no damos nuevas noticias la gente no entra en internet, no hace “click” y entonces Google no cuenta el “click” como diez céntimos de publicidad, y así esa página web deja de tener rentabilidad y se cierra, perdiéndose una fuente de información. “Hay que alimentar la máquina: más madera”.
Las noticias comienzan a ser un producto de consumo efímero; hay que dar al espectador novedades, nuevos productos; carne fresca que consumir. Si hay un medio que se alimenta de la novedad es éste, Internet y las redes sociales. “Estamos en una sociedad en la que vivimos obsesionados con estar siempre comunicados, dependientes de la máquina… y paradójicamente este instrumento concebido para la Era Global hace que nuestro conocimiento del mundo sea cada vez más limitado. Tenemos la idea de que Internet nos hace más sabios, cuando es mentira. Conocemos un mundo más reducido, más pequeño”.
 Y para ilustrar su tesis desmitifica el uso de las redes sociales en la famosa “Primavera Árabe”: la Plaza Tahrir estalla de júbilo. “Pensar eso es desconocer la realidad de Egipto: ¿Cuántas personas creéis que en Egipto tienen acceso a Internet? En Egipto viven 75 millones de personas, y yo, que he vivido doce años allí os digo que en Tahrir no entran un millón de personas: ya hay una manipulación de los números. Ponle que había doscientas cincuenta mil personas. ¿Cuántas tenía acceso a Internet? El sueldo medio es de cien a ciento cincuenta euros al mes: ¿Qué vale una conexión a Internet mínimo de un giga para poder mandar un vídeo de alta definición?: cuesta doscientos euros al mes. Solo un pequeño porcentaje tiene acceso a la Red, por lo que esto es un mito. No es verdad. ¿Quién tiene un Smartphone?: muy pocas personas;  pensamos que en Egipto es como aquí. Así que Internet ha reducido nuestra capacidad de conocer el mundo; podemos acceder a mucha información, pero no es el único mundo en el que vivimos, sino que más allá de Internet hay un mundo de gente que merece la pena que haya un periodista, que camine, se ponga una mochila, se llene de polvo los zapatos, camine hacia ellos y cuente su historia, y que gracias a Internet la transmita. Salgamos, pongámonos en sus zapatos para entender su vida y partir de ahí pongámonos a hacer periodismo”.
Gracias, Javier Martín.
Fotos:jch

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