viernes, 7 de octubre de 2022

Jornadas Doñana-Mar Menor. Del 27 al 29 de septiembre de 2022. Patrocina: Ecologistas en Acción Murcia.


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De izda. a dcha: Enrique, Chencho, Pedro, Natalia, Carmen, Raúl, Nuria, Fulgencio y Teresa


Dentro de la hermandad “Humedales del Levante”, jornadas que incluyen a la Albufera valenciana, al parque de Doñana y al Mar Menor, Ecologistas en Acción Murcia organizó un viaje al Parque Nacional de Doñana para conocer de primera mano el desajuste medioambiental de las marismas, espacios prácticamente desecados sin apenas rastros de agua, consecuencia del desvío de los cauces naturales de agua de entrada al ecosistema y de la extracción desmedida del acuífero, fuente primaria del agua del Parque. Para la ocasión viajaron a Doñana los biólogos Pedro Luengo, portavoz y coordinador de Ecologistas en Acción de la Región de Murcia, y Natalia Llorente (EeA Murcia), la responsable de Internacional Nuria Blázquez (EeA España), una de las promotoras de la ILP Mar Menor y Alianza Mar Menor (AMARME) Teresa Conesa (Banderas Negras), y otros activistas murcianos entre los que me encontraba yo. La actividad de estos días fue conocer in situ la realidad del parque natural más señero de España y uno de los humedales más importantes de Europa.



Para ello contamos con la participación de Juan Romero, de Ecologistas en Acción Huelva, activista legendario dentro de la defensa del ecosistema onubense, que lleva décadas denunciando las graves amenazas que constriñen al parque natural, dígase las carreteras, las urbanizaciones periféricas o las explotaciones gasísticas, pero la principal de todas ellas sería la falta de agua por la sobreexplotación del acuífero y el crecimiento desordenado de la agricultura intensiva, la piedra angular del desastre ecológico que está secando Doñana ante los ojos de moradores y visitantes.



La visita obligada fue la mañana del miércoles, el paseo por Disneyland, turistas dentro de un vehículo singular recorriendo el interior del Parque Natural en busca del lince, un espacio protegido por el que tú no puedes caminar libremente pero que es permitida, durante unos días señalaítos, a la masa místico-festiva en su peregrinaje a la ermita de El Rocío. El paisaje es hermoso en su magnitud: arena y sequía como en el Sáhara; algunos caballos sueltos, gamos y se acabó. No hay pájaros en las hectáreas de llanuras secas, ni recuerdo de ave alguna. Un antiguo poblado reconstruido para entretenimiento del visitante, unos paseos por la duna arenosa y vuelta por la playa, de treinta y dos kilómetros de longitud a la que se puede acceder libremente, andando o en bicicleta, aunque solo los pescadores de coquinas pueden faenar en la orilla, y los propietarios de las escasas cabañas al borde de la playa que deben vivir ahí, al menos, nueve meses al año (no sé cómo lo harán vistas las ¿viviendas?).


La playa de Matalascañas


Un recorrido por el entorno del humedal más grande de España sin ver agua es muy triste...







A la tarde, después del correspondiente almuerzo en "La Guindilla" y del paseo -de obligado cumplimiento- por el poblado de El Rocío (con el consiguiente saludo a la Blanca Paloma en su residencia oficial), Juan Romero y su compañera Rosa nos adentraron en la realidad del Parque y nos llevaron a la otra frontera, al preparque, a la frontera con Cádiz, donde se hallan las grandes plantaciones de arrozales y campos de algodón, hectáreas hasta donde se pierde la vista sembradas de verde grano flanqueadas por cauces de agua, "el agua del sobrante del riego que va a parar al Guadalquivir", que se desecha porque los propietarios utilizan el agua dulce del acuífero que extraen con bombas y pozos, y que es acumulada en grandes balsas para su posterior uso en el riego. Una de ellas, situada en un camino comarcal que tuvo que ser abierto por la Guardia Civil tras el cerrajón dado por los terratenientes propietarios, es de 120 ha (eso es la superficie; no sabemos el fondo de la misma: adivinad cuántos hm3 puede contener...).


Estábamos en una encrucijada de caminos y parcelas sembradas de arroz, con canales entremedio a reventar de agua, un espectáculo milagroso, diría yo, pero que Juan lo explicó con detalle. Y comenzó relatando los hechos, que comienzan a finales de los ochenta, con la derivación del río Guadalmar a la parte de los arrozales, cortando el agua de entrada natural a las marismas de Doñana para cederla al riego. Luego, las ampliaciones y el uso descontrolado de pozos y balsas para las plantaciones de arroz, algodón y de la nueva variedad: los frutos rojos, dígase fresas y arándanos. Como era de esperar en estas fechas, las primeras aves de la temporada que llegaron a Doñana se encontraron sin pizca de agua en su hábitat natural, así que han tenido que desplazarse a los arrozales donde están desprotegidas, con rapaces y otros enemigos, entre los que se encuentra el hombre, que las recibe a cartuchazo limpio sin mediar palabra. 



Este será el final de las aves en Doñana si no se soluciona el problema de la entrada de agua a las marismas. Y no creo que le vaya a gustar ni a Europa ni a la UNESCO.



El jueves por la mañana nos reunimos con una comitiva de recibimiento de Ecologistas en Acción Huelva, con Luis Urbina Cabrera al frente, y una representación del barco de Ecologistas en Acción, el Diosa Maat, que terminaba su travesía en el puerto onubense tras realizar varias paradas por puertos mediterráneos españoles denunciando los efectos del gas natural o metano en el calentamiento global en la campaña titulada "Marea contra el Gas". En esta ocasión nos desplazaríamos a la otra punta del Parque para comprobar la masa de tierra secuestrada para uso agrícola industrial de campos de fresas y arándanos, los parterres y viveros regados por pozos, legales e ilegales, y los incendios continuados de masa arbórea para aprovechamiento agrícola. Fue una mañana intensa donde pudimos comprobar todas las afirmaciones de Juan Romero del día anterior. Y dentro de ese inmenso limbo vegetal, el campamento de "los nadie" enclavado en medio. Cúpulas de plástico negro cerrando un entorno donde cohabitan los subsaharianos, mano de obra ilegal que es usada por los grandes patronos para el laboreo del producto y que malviven en un entorno hostil, sin agua (el agua para beber y asearse la sacan de los mismos pozos ilegales y la trasladan en las mismas garrafas de pesticidas que usan en los viveros) ni luz, sin saneamiento ni medidas higiénicas alguna.



El enviado especial de la ONU, el relator Philip Alston, lo describe así en su informe de febrero de 2020: "En Huelva me reuní con trabajadores que vivían en un asentamiento de inmigrantes en condiciones que rivalizan con las peores que he visto en cualquier parte del mundo. Están a kilómetros de distancia de agua potable y viven sin electricidad ni saneamiento adecuado. Muchos llevan años en España y pueden permitirse un alquiler, pero dijeron que nadie los acepta como inquilinos. Ganan apenas unos 30 euros al día y casi no tienen acceso a ningún tipo de apoyo gubernamental. (...) Debido a que las condiciones que observé en Huelva eran simplemente inhumanas y dado el dominio de esta empresa multinacional (Driscoll’s) en la industria local y global de la fresa, tengo planeado preguntarles qué están haciendo para monitorear y mejorar las condiciones laborales en esta área".


El campamento de "los nadie"

Tras la visita al campamento, al que no nos acercamos por precaución, y del que vimos el corte del fuego del anterior incendio que se quedó a menos de doscientos metros del "poblado", pudimos ver las nuevas instalaciones que la Junta prepara para una planta de vegetales, otro espacio arrancado a las marismas para la experimentación, y también las grandes superficies quemadas de eucaliptos y pinos que posteriormente serán nuevas hectáreas de frutos rojos. Las escorrentías que discurren por sus laterales van secas, sin gota de agua, mientras que las bombas siguen llenando pozos para el riego.





Tras la comida de hermandad, con un espectacular arroz caldoso de marisco servido en el restaurante "el Ancla del Lepero" (Mazagón, Huelva), nos dirigimos hacia Huelva, al Aula de la Naturaleza del Parque Moret, donde tendrían lugar sendas conferencias entorno al Mar Menor y a Doñana. En una sala preparada para el evento, y con una asistencia plena que llenó la estancia, Pedro Luengo explicó a los asistentes la problemática de la contaminación del Mar Menor y la nueva ley de Protección de La Laguna. Por su parte, Juan Romero hizo una breve disertación sobre el tema agua y la sobreexplotación del acuífero de Doñana, leyes y promesas de gobiernos y autoridades que siguen sin cumplirse en un entorno frágil que sigue moribundo ante los ojos de propios y extraños.


Aula de la Naturaleza del Parque Moguer (Huelva)
Pedro Luengo durante su conferencia
Juan Romero en su intervención
También intervino una de las tripulantes del velero Diosa Maat, la coordinadora Patricia Villanueva, que realizó una breve crónica de su periplo marítimo y de las intervenciones en institutos y colegios hechas durante la travesía explicando los peligros del uso de los gases de efecto invernadero.

Patricia Villanueva
Seguidamente hubo un turno de palabra donde Teresa Conesa explicó la nueva propuesta llamada Alianza Mar Menor, (AMARME), cuya idea es llegar a la cifra de un millón de Amigos del Mar Menor. Entre preguntas y respuestas de los conferenciantes llegamos al final de la jornada con un sabor dulce de los dos días pasados, que aunque amargos por lo visto y vivido, de esperanza al comprobar que hay personas que siguen valientes frente a aquellos que quieren lucrarse con lo que es de todos, ya no solo de las personas que lo habitan si no de plantas, árboles y arbustos, aves y animales que llevan milenios emigrando a las aguas de Doñana para descansar y aparearse y retomar vuelo tras la parada. No todo es agricultura, y eso lo sabe bien el agricultor tradicional, el que duerme con el canto del búho y se despereza con el gallo. 

A la sombra del centenario acebuche de El Rocío. Con Juan Romero.

Todavía llevo arena en los zapatos y el aroma de la salitre pegado a mí. 

Fotos: jch



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